Sarampión: ¿en que consiste esta enfermedad altamente contagiosa?

El sarampión es una enfermedad infecciosa altamente contagiosa causada por el virus del sarampión. Se transmite por contacto con las gotas respiratorias de una persona infectada al hablar, estornudar o toser. La enfermedad puede ser grave y puede causar complicaciones como neumonía y encefalitis.

¿Cuál es la epidemiología del Sarampión a nivel mundial?

La incidencia del sarampión ha disminuido en los últimos años debido a la implementación de programas de vacunación masivos y efectivos, pero todavía se producen brotes de sarampión en todo el mundo.

De acuerdo con la OMS (Organización Mundial de la Salud), en 2018 se registraron unos 9.7 millones de casos de sarampión en todo el mundo, lo que representa un aumento del 300% con respecto a 2017. La mayoría de los casos ocurrieron en países con sistemas de salud debilitados y tasas bajas de vacunación.

El sarampión es especialmente peligroso para los niños y las personas con sistemas inmunológicos debilitados. La OMS estima que en 2018 murieron 140 000 personas a causa del sarampión en todo el mundo, la mayoría de las cuales eran niños menores de 5 años.

¿Cuál es la fisiopatología de esta enfermedad?

La fisiopatología del sarampión es el estudio de cómo la enfermedad afecta el cuerpo y cómo el cuerpo responde a la infección. El sarampión es causado por un virus y se transmite a través del contacto con secreciones respiratorias infectadas. Una vez que el virus entra en el cuerpo, se replica en las membranas mucosas de la nariz y de la garganta antes de invadir el sistema circulatorio y viajar a otros tejidos y órganos.

El virus del sarampión activa la respuesta inmunológica del cuerpo, lo que resulta en la producción de anticuerpos y la activación de células inmunitarias específicas. Estas respuestas ayudan a proteger al cuerpo contra futuras infecciones con el mismo virus. Sin embargo, la infección con el virus del sarampión también puede causar daño a los tejidos y órganos, incluyendo la piel, el sistema nervioso, el hígado y el sistema respiratorio.

¿En qué consiste el cuadro clínico del sarampión?

 El cuadro clínico del sarampión es caracterizado por una combinación de síntomas físicos y mentales, que incluyen:

  • Fiebre: La fiebre es uno de los síntomas más comunes del sarampión y suele ser una de las primeras señales de que una persona ha contraído la enfermedad. La fiebre puede ser alta y prolongada.
  • Tos y congestión nasal: La tos y la congestión nasal son otras señales comunes del sarampión. La tos es seca y persistente y la congestión nasal puede ser muy acentuada.
  • Dolor de garganta: El dolor de garganta es un síntoma común del sarampión y puede ser muy doloroso.
  • Erupción cutánea: La erupción cutánea es uno de los síntomas más distintivos del sarampión. La erupción cutánea es roja y se asemeja a una mancha, y puede ser muy dolorosa.
  • Fatiga y debilidad: La fatiga y la debilidad son otros síntomas comunes del sarampión. Las personas con sarampión pueden sentirse muy cansadas y débiles durante varios días.
  • Conjuntivitis: La conjuntivitis es otro síntoma común del sarampión. La conjuntivitis es una inflamación de los ojos que puede ser muy dolorosa y molesta.

El cuadro clínico del sarampión puede ser muy variado y puede afectar a personas de diferentes edades de diferentes maneras. Algunas personas con sarampión pueden experimentar sólo unos pocos de los síntomas mencionados, mientras que otras pueden experimentar todos ellos.

¿Cómo se hace el diagnóstico del sarampión?

El diagnóstico se basa en la identificación de síntomas clínicos y una historia de exposición a una persona infectada. Aunque el sarampión se puede diagnosticar mediante la realización de una prueba de sangre o de saliva para detectar anticuerpos contra el virus, la forma más común de hacer el diagnóstico es a través de la evaluación clínica de los síntomas.

Además de la evaluación clínica, los profesionales de la salud pueden utilizar diversas pruebas para confirmar el diagnóstico de sarampión, incluyendo pruebas de sangre para detectar anticuerpos contra el virus, pruebas de PCR (reacción en cadena de la polimerasa) para detectar el material genético del virus en una muestra de sangre o secreción nasal, y pruebas serológicas para detectar anticuerpos contra el virus en la sangre.

¿En qué consiste el tratamiento del sarampión?

El tratamiento del sarampión depende principalmente del estado de salud y la gravedad de los síntomas del paciente. Aunque no existe un tratamiento específico para curar el sarampión, se pueden aliviar los síntomas y prevenir complicaciones mediante el uso de medidas de apoyo. Estas incluyen:

  • Reposo: Es importante descansar y evitar la fatiga para permitir que el cuerpo luché contra la infección.
  • Líquidos: Mantener un buen nivel de hidratación es fundamental para prevenir la deshidratación, que puede ser una complicación grave del sarampión.
  • Fármacos antipiréticos: Los fármacos antipiréticos, como el paracetamol, pueden ayudar a reducir la fiebre y el malestar.
  • Vitaminas: El suplemento de vitamina A puede ayudar a prevenir complicaciones oculares y respiratorias relacionadas con el sarampión.
  • Antibióticos: En caso de complicaciones secundarias, como la neumonía, pueden ser necesarios antibióticos para tratar la infección bacteriana adicional.

¿Cómo se puede prevenir el sarampión?

El sarampión es una enfermedad viral altamente contagiosa que afecta a los seres humanos. La prevención del sarampión se logra a través de la vacunación y la inmunización. La vacunación contra el sarampión se administra en forma de una combinación de dos dosis, que suelen ser administradas durante la infancia.

Además de la vacunación, también existen medidas preventivas adicionales que se pueden tomar para disminuir el riesgo de contraer sarampión. Estas incluyen:

  • Evite el contacto cercano con personas infectadas.
  • Mantenga una buena higiene de las manos.
  • Evite compartir objetos personales con personas infectadas.

La vacunación es una forma efectiva de prevenir la transmisión del sarampión y también reduce la gravedad y la duración de los síntomas en caso de que se contraiga la enfermedad. La vacunación es especialmente importante para aquellas personas que están en mayor riesgo de complicaciones graves, como los niños pequeños, las mujeres embarazadas y las personas con sistemas inmunológicos debilitados.

En países con programas de vacunación efectivos, se ha logrado una disminución significativa en la incidencia del sarampión. Sin embargo, todavía existen áreas del mundo donde la tasa de vacunación es baja y el sarampión sigue siendo un problema de salud pública.

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